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Acontecimientos de la Semana Santa

Las siete Palabras

La Resurrección

 

 

 

 

LOS ACONTECIMIENTOS DE SEMANA SANTA

DIA Y ACONTECIMIENTO

MATEO

MARCOS

LUCAS

 

DOMINGO: Entrada triunfal de Jesús a Jerusalem

Visita de Jesús al templo y regreso a Betania

21:1-9

21:10-17

11:1-10

11:11

19:28-44

19:45-46

LUNES: Jesús maldice a la Higuera, camino a Jerusalem

La limpieza o purificación del templo.

21:18-19

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11:12-14

11:15-19

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19:45-48

MARTES: Jesús explica la maldición de la higuera.

La autoridad de Jesús es cuestionada.

Jesús enseña en el templo.

La condenación de los escribas y fariseos.

Jesús alaba la ofrenda de la viuda pobre.

Jesús predice la destrucción del templo y el fin del mundo.

21:20-22

21:23-27

21:28-46

23:1-36

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 24:1-44

11:20-26

11:27-33

12:1-37a

12:37-40

12:41-44

13:1-37

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20:1-8

20:9-44

20:45-47

21:1-4

21:5-38

MIERCOLES: Conspiración del Sanedrín contra Jesús.

La unción de Jesús en Betania.

 Judas acuerda en contubernio entregar a Jesús.

26:1-5

26:6-13

26:14-16

14:1-2

14:3-9

14:10-11

22:1-2

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22:3-6

JUEVES: Jesús se prepara para celebrar la pascua.

La última cena

Retiro a Getsemaní o la agonía de Getsemaní

Traición de Judas y arresto de Jesús

Jesús ante Caifás y la negación de Pedro

26:17-19

26:20-29

26:30-46

26:47-56

26:57-75

14:12-16

14:17-25

14:26-42

14:43-52

14:53-72

22:7-13

22:14-38

22:39-46

22:47-53

22:54-71

VIERNES: El juicio de Pilato; el sucidio de Judas

Jesús es enviado a Herodes

Pilato dicta sentencia de muerte

Jesús es azotado y llevado al Gólgota

La crucifixión y muerte de Jesús

Cristo es sepultado

27:1-2

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27:15-26

27:27-32

27:33-56

27:57-61

15:1-5

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15:6-15

15:15-21

15:22-41

15:42-47

23:1-5

23:6-16

23:17-25

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23:33-49

23:50-56

SABADO:

La guardia ante la tumba de Jesús

 

27:62-66

 

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DOMINGO:

La tumba vacía y la resurrección de Jesús

 

28:1-10

 

16:1-8

 

24:1-12

 

 

 

LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO   

PADRE PERDONALOS

Por: Martin A. Turner  

Primera Palabra

Mientras Jesús miraba a la multitud congregada ante el Calvario notó que allí estaban presentes todos los que se le habían opuesto. Estaban los judíos quienes estaban esperando el Mesías, quien habría de destronar al gobierno romano y reinaría como Rey enviado de Dios. Estaban los líderes judíos, a los que no les gustaba la popularidad que tenía Cristo con los judíos, porque les amenazaba el poder y las finanzas de ellos.

Estaban los romanos, quienes solamente reconocían al César como rey y resentían que Jesús se hiciera llamar Rey de los judíos. También los discípulos de Cristo estaban presentes, quienes con su silencio consintieron en la crucifixión de Cristo. SI, todos estaban allí. Cristo podía haberse vengado destruyendo a sus opositores. Pero en vez de eso, oró por todos ellos: 'Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). La oración de Jesús no significó mucho para los judíos en general, quienes rehusaron aceptar al Mesías que no iba a actuar con poder y venganza contra sus enemigos. En la oración de Jesús se incluyó a los líderes judíos, los fariseos y saduceos; esta característica de la oración revela divinidad, porque fueron ellos quienes lo arrestaron, lo acusaron falsamente y lo flagelaron mental y físicamente.

Jesús también oró por los romanos, quienes estaban familiarizados con los mandatarios' mundanos, los cuales se fueron a los extremos en el afán de proteger sus intereses. Miraron la situación de Jesús en aquella proclamación de su reinado, tan "desamparado" en las manos de sus enemigos, la cual consideraron como la cumbre de su locura. Ellos no tenían ningún conocimiento del Mesías; para ellos su dios era César el emperador. Si Cristo tenía alguna razón para tener amargura, era en contra de sus discípulos, particularmente contra Pedro, Juan y Jacobo. En las horas previas al arresto Jesús los había llevado al monte de los Olivos a orar con El; y aunque ellos querían obedecer a su Maestro, no se dieron cuenta de la necesidad de orar a esa hora; en vez de eso se durmieron.

Jesús se había dedicado por tres años a estos hombres; y en el tiempo de su gran crisis, le fallaban. Y sin embargo, oró diciendo: 'Padre, perdónales su ignorancia, ellos van a aprender'. Hubo otros por los cuales Cristo también intercedió mientras estaba en la cruz. Pedro Marshall expresó vívidamente esta verdad en su sermón titulado "¿Estuviste allí?"

'Cuando somos honestos con nosotros mismos, nos damos cuenta que estuvimos allí, y que ayudamos a poner a Cristo en la cruz. Porque toda actitud presente en aquel día en aquella cumbre, también está presente en nuestro medio. Toda emoción que conmovió el corazón entonces, conmueve el corazón hoy. Todo rostro que estuvo allí, está aquí también. Toda voz que gritó entonces, grita hoy. Todos los humanos fuimos representados en el Calvario. Todo pecado estuvo en los clavos, en la punta de las lanzas o en las de las espinas. Y todos fueron perdonados por la sangre que fue derramada."

Aunque han pasado siglos desde la crucifixión, podemos sentir que Jesús nos está buscando y diciendo: "Padre, perdónalos". El perdón de pecados es un acto de misericordia divina; el fruto de la intercesión del Salvador está a nuestra disposición. Después de que aceptamos el perdón de Cristo, El nos da la capacidad para vivir como se enseña en Lucas 23:34; perdonar cualquier ofensa contra nosotros, y orar por otros hasta que hayamos exhalado el último respiro.

No somos llamados a hacer huelga contra los judíos en general aquellos quienes están tan preocupados con el aquí y ahora que menosprecian la cruz; o los "líderes judíos" - esos en la iglesia quienes viven por la tradición y están dispuestos a exterminar cualquier avivamiento que se suscite; o los "soldados romanos", aquellos que ignorantemente pelean contra la causa de Cristo; o los "discípulos", aquellos creyentes quienes son buenos creyentes, pero que algunas veces se duermen. En vez de guardar rencores debemos interceder por todos ellos. Cuando oramos, "Padre, perdónalos", esto no quiere decir que estamos pidiendo a Dios que disimule los pecados no confesados. Estamos diciendo: "Padre, conviértelos". Cuando Cristo hizo esa oración, un centurión romano gritó: 'Verdaderamente este hombre era justo'. Nuestra oración intercesora, así como nuestro espíritu perdonador, traerá muchas almas a Cristo.

Martin A. Tumer es pastor en la Crowder Memorial Chapel de la Iglesia de Dios en Cleveland, Tennessee.

SEGUNDA PALABRA:

HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO

Por: Anthony Lombard

Las palabras de un moribundo viven y se guardan en la mente de uno. Las últimas palabras pronunciadas por Jesús fueron ese tipo de palabras. No fueron dichos comunes. Tampoco fueron incoherencias balbuceantes, o malignas acusaciones. la segunda palabra de Cristo pronunciada desde la cruz dice: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Estas son palabras de redención. En esta declaración concisa Jesús declara su autoridad como Redentor; revela la inmediación de la redención, y muestra la intimidad de la relación redentiva.

'De cierto te digo" es una declaración de Jesús al quejumbroso llamado de "acuérdate de mí' del ladrón moribundo al lado de la cruz de Jesús. 'Te digo" es una declaración poderosa del Calvario. Es un clamor divino hecho por alguien que respalda las palabras habladas. No es una declaración de permisión. La autoridad por la cual Cristo habla no es autoridad terrena, es por la voluntad delegada del Concilio trino del cielo. Es una expresión concordante al letrero que colgó sobre su cabeza: "Este es el Rey de los judíos". "Te digo" es la voz fuerte del Redentor que contesta la última petición del pecador moribundo. Las palabras del Redentor fueron la mano que guió al ladrón en su muerte y con voz tronante le asegura una autoridad redentiva al pecador. En el momento de desesperación, Jesús asegura la paz; de las sombras de la muerte surge la vida.

'De cierto te digo" es una respuesta personal a una petición personal. Tales son los caminos del Redentor. En la muerte, como en la vida, el ministerio de Jesús fue personalizado. El efectuó la redención para todas las personas; pero es apropiada sólo en el terreno individual. Un segundo ladrón colgaba en la montaña, pero su actitud hacia el Redentor fue de maldición en vez de súplica. Su petición fue una contradicción más que una confesión. El Redentor estaba tan cerca del uno como del otro, pero uno creyó y el otro blasfemó. El diálogo del Gólgota trajo a uno a la filiación divina y el otro no aprovechó la oportunidad del cielo. Pero este es el carácter de la redención. Es una oportunidad de escoger; oportunidad disponible para todos, pero sujeta a la confesión de pecados. ¡Qué escena de triunfo y de tragedia! Es sorprendente ver que la redención proclamada ese día no fue una esperanza distante; fue inmediata. "Hoy, por mi autoridad les doy vida". Una pronunciación de Jesús que no fue un proceso lento. ¡Fue un glorioso evento! La redención es más que un reflejo de luz divina. Se inicia como un evento de profesión y se mueve hasta el día de la consumación. La verdad aprovechada por el ladrón moribundo no está menos disponible a todos los que escuchan. LA REDENCION ES MAS QUE UN REFLEJO DE LUZ DIVINA.

La eficacia de Jesús en la redención es para el moribundo, como lo es para el que está vivo. Esa es su gloria. En la redención Cristo marcha siempre adelante, a través de la muerte hasta la realidad viva del presente. Estas son buenas nuevas tanto para el ladrón moribundo como para el peregrino errante. Cristo vino a redimir gente como usted y como yo. "Hoy estarás conmigo en el paraíso" es una declaración redentiva. Provoca muerte y triunfo en la vida. Jesús dijo: 'Tú lo vas a experimentar porque yo lo he declarado ¡Aleluya! Qué declaración tan poderosa en favor de todos los pecadores de todos los tiempos. En el momento de la muerte Jesús demuestra el carácter de una relación redentiva. 'Estarás conmigo en el paraíso". La condición de la redención es consumada en una amorosa relación. La redención alcanza su lugar. Se le llama el paraíso. El paraíso del cual Cristo habló no se puede comprender totalmente. Tenemos que conjeturar sobre la promesa de "estarás conmigo" al carácter de un paraíso. No es el lugar, sino la persona de la redención la que hace del lugar un paraíso. En ninguna manera el paraíso eclipsa al Redentor.

En esta escena gráfica del Calvario, la misión redentiva de Jesús resalta como un gran altorrelieve. Un vil pecador está muriendo por sus crímenes, mientras Jesús muere por los pecados del ladrón. Para poder ver esta escena en su perspectiva verdadera, uno debería estar colgando en el mismo lugar del ladrón. Nosotros también debemos pedir que se acuerde el Señor de nosotros y mirar al sacrificio por el pecado. ¡El murió por nuestros pecados! Escucha su gemido. El gime por nosotros. Este acto no es el acercamiento a su muerte, como muchos suponen: es el nacimiento de los dolores de parto de la vida, nuestra vida. Vapuleado, pero sin pecado, Jesús murió colgado en un madero. El nunca está demasiado ocupado con su dolor que no sienta nuestro propio dolor.

En Jericó un ciego que mendigaba clamó. Cristo lo escuchó y lo sanó. En Naín, una pobre viuda entristecida lloraba. El la escuchó, y resucitó al hijo de ella. Ahora, en el Gólgota, un ladrón moribundo clama su arrepentimiento: "Acuérdate de mí". El lo escuchó y lo perdonó. Uno no puede ver al Redentor sin antes ver al pecador. Y uno nunca debe ver un pecador sin recordar al Redentor. El dijo: "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad" (Juan 8:37). "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres' (Juan 8:32). ¡Amén!

Anthony Lombard es director de jóvenes y educación cristiana en Kentucky, E.U.A.

TERCERA PALABRA:

MUJER, HE AHI TU HIJO, HIJO HE AHI TU MADRE

 Por: Gerald J. Johnson

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa" (Juan 19:25-27). Muchas de las profecías concernientes a la vida de Cristo culminaron en su muerte en la cruz. El sacrificio en la cruz fue un acto que satisfizo el juicio de Dios sobre el pecado. El Padre miró la angustia del alma de Jesús y quedó satisfecho (Isaías 53: 1 l). Otra profecía concerniente a María también se cumplió: 'Y una espada traspasará tu misma alma" (Lucas 2:35). María sintió un agudo dolor al ver a Jesús sangrando, asfixiándose y muriendo crucificado. Nuestro Señor agonizaba y con corazón quebrantado pronunció una palabra de consuelo y de preocupación por el futuro y seguridad de María. Sería cuidada y viviría en la casa de Juan el discípulo amado.

Jesús perdonó y amó a sus enemigos, en cambio ellos le crucificaron. Su carácter desprendido resaltó cuando él amorosamente encomendaba a María al cuidado de Juan. Jesús se hizo pecado y probó la muerte; mas aun en su suprema agonía vino a ser la esencia del amor expresado al preocuparse por el bienestar de otros. El vio las caras de la familia de fe en el Calvario. Aún más, El vio en sus corazones la necesidad de afirmación y continuidad en el cuidarse unos a otros. El amor cristiano se ha definido como la habilidad sobrenatural de amar automática y espontáneamente sin importar el mérito o excelencia de la persona que esté enfrente de nosotros en ese momento. Es la capacidad divina de ir más allá de uno mismo e interesarse por la felicidad, el cuidado y bienestar de otros.

Cada humano necesita ser amado y sentirse útil. El hombre es pecaminoso, pero significante. El sacrificio de Jesús nos muestra el valor infinito que tenemos; valemos más que todo el universo material. Somos la corona, el cenit y ápice de la creación de Dios, hechos a su imagen. Tenemos calidad y dimensión espiritual que trasciende el espacio, la materia y el tiempo. Nuestro bienestar temporal y eterno es su gran preocupación. Las palabras de consuelo de Jesús a María fueron la obra maestra de cuidado positivo que Dios tiene por cada individuo que sufre fracasos.

El amor del Señor nunca se termina. El se da cuenta del ave que cae. Los discípulos cristianos son la extensión del amor de Dios en la tierra. El Espíritu Santo es nuestro Consolador y El consuela a otros por medio nuestro. "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner (un mandamiento) nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3:16). Comienza dando amor y siendo de ayuda a la familia cristiana. Cuando el mundo vea que los cristianos se sacrifican unos por otros, entonces y sólo entonces se convencerán de la realidad del amor de Dios manifestado en Jesús y en su cuerpo (la iglesia). Dejar a un lado las prerrogativas personales por el bienestar del cuerpo es algo que obra un impacto en el mundo pagano.

Nosotros exhibimos el amor de Dios. Los cristianos no pueden imponer el amor; pero sí pueden exponer el amor y el consuelo de Dios. Dios cambia nuestra naturaleza y nos nutre con su nueva naturaleza en nosotros. Son el amor de Dios en exposición. El plan de Dios es que demos evidencia física y visible de nuestro ser invisible, que es el Dios invisible que hay en nosotros; el cual se hace visible a través de nosotros; para que cuando la gente nos vea diga que somos semejantes a El. Nuestras vidas deben decir la verdad sobre el amor de Dios que se, sacrifica por el mundo perdido.

La pregunta suprema es: ¿Hay alguno que haya vencido a la muerte; y si es así, está a mi disposición? La respuesta es sí. ¡Qué palabra tan confortante es esta para el corazón expectante! Las buenas noticias se deben publicar. Jesús estuvo en el infierno para proclamar su victoria allí; por lo tanto, nadie más tiene que ir a ese lugar. Hay salvación, sanidad, liberación para todos. Hay amor, aceptación y perdón para el que lo busca. Hay esperanza en medio de las tormentas de la vida. El consuelo está a disposición de los perturbados, de los enfermos y los moribundos; por la cruz y resurrección del Señor Jesucristo. Pablo declara el plan y propósito de Dios para su pueblo en estas palabras: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios' (2 Co. 1:3, 4). El Calvario lo cubre todo. Hay una consolación bendita en Cristo para el huérfano, para el falto de inteligencia, el débil, el viudo o viuda, el anciano y el deshabilitado. "Consolaos, pueblo mío, dice el Señor".

CUARTA PALABRA:

DIOS MIO, DIOS MIO, PORQUE ME HAS DESAMPARADO

Por: Travis Porter

El evento mas significativo en la historia del mundo es la crucifixión de Jesucristio. El Dios de toda vida entregó a su Hijo amado a la muerte, probando así su amor divino para con nosotros. Cristo murió por nosotros siendo aun pecadores, de acuerdo a Romanos 5:8. La cruz es la cúspide de toda la historia. Los profetas del Antiguo Testamento señalaron el tiempo en que el Mesías habría de venir. Nosotros, junto con los santos del Nuevo Testamento, señalamos hacia el Calvario en donde hay redención y reconciliación. Eric Saucr dijo: "La cruz es la expresión más maravillosa del amor del Hijo de Dios. El hizo que su muerte en la cruz fuera la fuente de vida; luego contestó nuestra contradicción y odio con amor y redención; y aquella aparente victoria de Satanás fue su más poderosa y decisiva derrota; y la aparente derrota de Jesús fue su más poderosa y triunfante victoria". Jesús se sometió al más vil castigo al ser "hecho pecado por nosotros Las palabras de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?", algunos las traducen diciendo: "¿Por qué me has dejado?" Otros las traducen: "¿Por qué me has abandonado?'

Las primeras cuatro palabras de Mateo 27:35 declaran: 'Cuando le hubieron crucificado". El era el Hijo de Dios, la palabra de Dios por medio de la cual fueron hechas todas las cosas, y sin embargo le crucificaron. El era el esplendor de la gloria del Padre, la imagen de su persona, sin embargo le crucificaron. La culpabilidad acumulada de todos los pecados de todo el mundo, de todas las edades, fue depositada en El, quien no conoció pecado. Esta fue una maldición por la cual ninguna otra sangre podía operar la expiación. El único que podía efectuar la expiación era el Cordero de Dios. La angustia es el sufrimiento de un dolor intenso o tristeza, depresión del cuerpo o de la mente, o de ambos. Jesús sufrió la angustia más intensa que se haya conocido. El era enteramente Dios, y también era enteramente hombre. La angustia fue multiplicada cuando El llevó todos los pecados más sucios, toda la inmoralidad, toda la iniquidad del mundo, y El los llevó solo. El solo terminó su obra para la cual vino al mundo. Isaías escribió sobre El diciendo: 'He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo" (Isaías 63:3).

Las tinieblas que cubrieron la tierra esa tarde de la crucifixión representaban dos cosas: la maldad del crimen perpetrado contra Jesús y la agonía de Jesús que fue cubierta de los ojos sin piedad de aquellos que se burlaron de El en ese día funesto. En el pasado una luz maravillosa había señalado el lugar de su nacimiento; ahora las tinieblas anunciaban también su muerte. Aquel cuyo nombre fue el amor, clamó a gran voz, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Su clamor a gran voz indica lo profundo de su angustia y agonía. Todos los pecados nauseabundos de toda la humanidad estuvieron en El, quien se hizo pecado por nosotros.

Aunque Jesús estuvo solo, El nunca perdió su confianza en Dios. Note que El citó la Escritura (Salmo 22:1) cuando dijo: "Dios mío, Dios mío". Todos los pecados del mundo estaban sobre El; sin embargo, confió en su Padre. Todas las dudas de los hombres estaban sobre El; sin embargo, El no dudó de su Padre. Todas las amarguras de todas las edades estaban sobre El; sin embargo , no se amargo. Todas las vilezas e injusticias estaban sobre El; sin embargo, no cometió ninguna injusticia. Jesús desde lo mas recondito de su ser sabia que podía tener comunion con el Padre. Jesús sintió el horror tenebroso de la culpa de todos los pecados; sin embargo, sabía que podía clamar a Dios. En la santidad perfecta de Dios, El no podía pasar por alto el pecado; sin embargo, aunque todos los pecados fueron puestos sobre el amado hijo de Dios, Jesús sabía que podía clamar, "Dios mío". También sabía que las tinieblas iban a pasar y que la angustia no perduraría; la victoria estaba cerca.

La angustia que Jesús sufrió cuando el padre le volvió el rostro fue incomprensible. En su oración de agonizante, Jesús comprendió que su Padre no lo había abandonado irremisiblemente. Su clamor pasó a través de las tinieblas y los sufrimientos hasta su Padre santo. El amor del Padre por su Hijo no disminuyó por el hecho de haber vuelto su rostro del que era sacrificado por el pecado. Al mismo tiempo la angustia de Cristo se intensificó en la tristeza por no tener la presencia de su Padre en la hora de tinieblas y tristeza. Los hombres pecaminosos por los cuales El estaba muriendo, podían vivir sin pensar en Dios, sin desear la santa presencia de Dios. Sin embargo, Jesús desde la eternidad había vivido en perfecta y santa comunión con su Padre. Ahora el dolor de no tener la presencia del Padre intensificaba la angustia de nuestro Señor. Sigamos el ejemplo perfecto de Jesús. En nuestras horas de tinieblas, clamemos usando la palabra de Dios, sabiendo que la Palabra nunca falla. Clamemos también: "Dios mío", sabiendo que El nos oirá y que las tinieblas no permanecerán por siempre.

El Revdo. Travis Porter es supervisor en estado de Nebraska en U.S.A

 

QUINTA PALABRA:

SED TENGO

Por: Michael W. Coleman

Las horas agonizantes en la cruz estaban por concluir. El cuerpo de Cristo estaba agotado debido al esfuerzo físico y a la tortura que había padecido. Entre todos los sufrimientos de la cruz, el de la sed era el más grande. De hecho, el grito de Cristo: "Sed tengo", es la única expresión que contiene una alusión a su angustia corporal. Sin embargo, en este clamor se cumple la profecía del Salmo 22.

La necesidad más apremiante del cuerpo es el agua. Posiblemente el último líquido que Jesús hubo tomado fue en la última cena, dieciocho horas previas a la crucifixión. La agonía de Jesús en el jardín del Getsemaní, las tensiones del juicio, los azotes que le propinaron, la corona de espinas, la caminata al Gólgota y otros flagelamientos agotaron la humedad del cuerpo santo de Jesús.

La resistencia física de Jesús fue más allá de lo comprensible; en esas horas previas y durante la crucifixión. No solamente murió Jesús como nuestro redentor, sino que experimentó el dolor físico y emocional de hombre. Cuando enfatizamos la humanidad de Jesús, no desacreditamos su divinidad. El Señor no era un hombre divino ni un Dios humanizado. El era el Dios-hombre. Sin embargo, en su hora de sufrimiento no se refugió en su divinidad; y debido a su amor por la humanidad, se despojó de su gloria y fue hecho "en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo" (Hebreos 2:17).

Debido a las palabras de Jesús de "sed tengo", el género humano se puede identificar con Cristo, y Cristo se identifica con el hombre. Nuestro Señor aguantó la sed hasta el más extremo grado, porque su sed era la de uno cuya muerte era en bien de toda la humanidad. Los pecados de toda la humanidad pesaron sobre El. Cristo se compadece de los sufrimientos de toda la humanidad. ¿Puede usted comprender al creador de los cielos y de la tierra, con los labios secos a causa de la sed' El Señor de la gloria sufriendo sed. Aquel que calmó las tempestades, pidiendo algo de beber. Como Dios caminó sobre las agua, como hombre, tuvo sed de agua. Ahora el que podía dar ríos de agua viva está pidiendo algo de beber.

 Debido al sufrimiento que experimentó, Jesús se puede compadecer de nuestras enfermedades. No importa que grado de sufrimiento tengamos, Cristo nos entiende y nos tiene compasión. El grito de Jesús de "sed tengo" revela una necesidad universal del hombre. El mundo está clamando "sed tengo". Podemos ver esto en todos los deseos del hombre para descubrir la paz, asegurar su identidad y establecer su propia importancia por medios inadecuados. Por cada esfuerzo que en vano hace el hombre, Jesús nos dice: "Cualquiera que bebiere de esa agua, volverá a tener sed" (Juan 4:13). Y gentilmente nos recuerda que nada en el reino físico o emocional en esta vida, no importa el esfuerzo grande o pequeño, saciará la sed del alma. El clamor del perdido es "tengo sed". Así como el cuerpo físico de Jesús se agotó debido a la falta de líquidos, así el espíritu del hombre clama como el salmista David: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Salmo 42:2). Jesús quiere proveer agua viva para la sed insaciable del alma sedienta. Jesús reconoció la sed espiritual de la mujer junto al pozo. Se acercó a ella y le pidió de beber; pero no existe un pasaje en la Biblia que diga que haya bebido agua. Más bien Cristo debe haberse refrescado con la respuesta de la mujer a sus preguntas. "Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4:14).

  Así como el hombre tiene sed de Dios, así Jesús tiene sed hoy día de la devoción de su pueblo. Cristo nos amó tanto que estuvo dispuesto a sufrir físicamente; ahora tiene sed de comunión con su pueblo. El amor nunca se satisface hasta que recibe una respuesta. Cuando Cristo está a la puerta y llama, El está ofreciendo una oportunidad de descanso por medio de la comunión. El dice a todos: "Cena conmigo y yo estaré contigo". A todos les es dada la oportunidad para satisfacer la vida espiritual. "A todos los sedientos: Venid a las aguas" (Isaías 55:1). Cristo es el agua viviente. "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba" (Juan 7:37). ¡El te satisface!

El Rvdo. Michael W. Coleman, es el director de jóvenes y evangelismo en el Estado de Indiana, E. U. A.

 

SEXTA PALABRA:

CONSUMADO ES

Por Randall Miller

 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: "Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu". Juan 19:30 .

Las palabras "Consumado es" dan la idea de un pensamiento doble. Hay a la vez un punto de vista trágico y otro triunfante.

TRAGICO:

El diccionario Webster define la palabra "consumado" como "la llegada de su fin". La declaración de Jesús indica la tragedia de todo este sórdido evento. LLegamos al monte de la tragedia al recordar brevemente los pasos del Hombre que pronunció estas últimas y memorables palabras. El nació en un pesebre, Hijo de una virgen, vivió una vida reposada como niño, emergió como una fuerza en la sociedad, no para hacer mal, sino para hacer bien. Se rodeó de un grupo tan diverso de discípulos como para indicar que podía relacionarse con cualquier tipo de personas. El ministerio de Cristo fue uno de amor por los despreciados, de tocar a los intocables, de alcanzar a los proscriptos y de sanar a los desahuciados.

Cuando llevo a cabo aquellas cosas, las que Cristo describió como responsabilidades asignadas por el Padre, tuvo un grupo de seguidores. Los despreciados que El amó le siguieron, como lo indica la devoción de María Magdalena. Los intocables que el tocó le siguieron, como el caso de los leprosos que El sanó. Los inalcanzables que El alcanzó le siguieron, como el endemoniado de Gadara. Los desahuciados que sanó le siguieron, como el caso de la mujer de flujo de sangre. Los discípulos que El llamó le siguieron, encontrando en su palabra el fin trágico de un principio lleno de esperanza en una vida expectante.

Aunque Cristo trató de preparar a los discípulos para los eventos de las últimas horas, como la agonía en el Getsemaní, la traición de Judas Iscariote, el juicio ante Pilato, la maldad y hostilidad del Sanedrín y sus líderes, todo lo que El hizo siempre habló de poder y victoria.

Cristo vino al estanque de Betesda y sanó al paralítico. Viajó por el camino a Jericó y sanó al ciego. Habló la palabra y la hija del centurión fue sanada. Tocó al leproso y fue limpio. Su poder era evidente, cuando los discípulos eran azotados por las aguas furiosas del mar de Galilea y El sencillamente caminó sobre las aguas hasta ellos. Y para que ellos no pensaran que era un espejismo, le dijo a Pedro que viniera a El caminando por el agua. Cuando Lázaro murió, Cristo reafirmó su posición en el plan divino para el género humano y levantó a Lázaro de la tumba. Sí, para aquellos que creyeron, los que esperaron, los que lo conocieron y amaron, el Calvario fue una tragedia.

TRIUNFO

Otra definición que da el Diccionario Webster para la palabra "consumado" es "perfecto". A pesar de los sentimientos trágicos mencionados arriba, las palabras de Jesús no son palabras de desaliento y desesperación; son un grito de triunfo. Una versión en inglés de la Biblia traduce la palabra consumado como 'está terminado". Después de todo, notamos en otras declaraciones de Cristo que su meta era concluir o terminar su obra. En Juan 4:34 leemos: "Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra". En su oración más compasiva, registrada en Juan 17, Cristo compartió sus sentimientos sobre los que creyeron en El, cuando dijo: "Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese" (v. 4). Después de la declaración de Jesús: "Yo debo terminar la obra del que me envió", dijo en su oración: "He acabado la obra". Después desde la cruz proclama en alta voz triunfante, para que todo el mundo le oyera: "Consumado es". Los que estuvieron cerca de la cruz, escucharon bien esa voz. Tal vez otros que estaban más lejos, y que le amaban, tuvieron que preguntarse unos a otros después de cada palabra qué estaba diciendo. Luego, tal vez sus detractores estuvieron cerca para recoger palabras que les sirvieran para terminar totalmente con el pequeño grupo de seguidores de Cristo. Pero, ojalá ellos hubieran sabido que las palabras, "consumado es' o "perfeccionado es" o como lo dice la Biblia en inglés, "está terminado", habrían de repicar desde el monte del Gólgota por toda la tierra. El dulce canto de los pájaros llevarían de norte a sur el sonido que habían oído. Tal vez la brisa soplando en los árboles repicaría el hermoso susurro de "consumado es". Quizá los sonidos de los peces, en un idioma no conocido por el hombre, llevaron hasta el fondo del mar la noticia de "consumado es". Creo que en la habitación de Dios, después de ver el sufrimiento de su único Hijo, el triunfo de victoria de Jesús le sonó hermoso al Padre.

"Consumado es", el calcañar hirió la cabeza de la serpiente. El abismo fue salvado. La escalera fue sustituida, la victoria fue ganada. No más sacrificio de animales para expiar nuestros pecados. Ahora tenemos la invitación personal, para osadamente ir ante el trono de la gracia y alcanzar misericordia. Alabado sea Dios, ¡nuestra salvación está completa! Esta proclamación triunfante y victoriosa ha repercutido a través de los años y hasta el día de hoy podemos escuchar a Cristo diciéndonos: "Consumado es". Trágico, así les pareció a aquellos que siguieron a Cristo. Pero cuando oímos a Cristo decir, "consumado es", y percibimos el poder divino de la declaración del Gólgota, debemos decir:"Trágico, pero triunfante".

El Rvdo. Randal Miller, es director de evangelismo en Delmarva, D. C., E.U.A.

 

SEPTIMA PALABRA:

EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU

Por Charles Fisher

La cruz fue la prueba culminante! Los amigos del Salvador lo habían abandonado. El estaba rodeado por una multitud vociferante, y su cuerpo había sido vencido por el dolor. Su corazón estaba destrozado por el peso de nuestros pecados. lo peor de todo fue que el Padre se había apartado de El. Después de haber estado en la cruz por seis horas. Jesús calmo a gran voz: Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has abandonado? (Mar. 15:34 Salmo 22:1) A pesar de todo este sufrimiento, el Salvador no perdió su confianza en que el Padre tendría cuidado de El. Jesús probablemente recordó el resto del Salmo 22. Después de que el salmista describe los sufrimientos del Mesías, añade: "Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó" (Salmo 22:24). Aunque Jesús sintió que el Padre se había apartado de El, también sabía que Dios estaba con El y podía escuchar sus clamores. Jesús puso en las manos del Padre todo lo que estaba experimentando y lo dejó allí. El murió en dolor, pero murió en las manos del Padre.

El Padre no era un extraño para Jesús. Sus primeras palabras registradas fueron: '¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (Lucas 2:49). En el sermón del monte Cristo se refirió al -Padre" diecisiete veces. En su discurso final a sus discípulos en Juan 14-16, habló, del Padre por lo menos cuarenta y cinco veces. En la oración sacerdotal de Juan 17 habló con y de El seis veces. En su nacimiento, en su niñez, en la tentación en el desierto y en su ministerio día con día, Jesús siempre estuvo en las manos del Padre. Hubo ocasiones cuando parecía que estaba en "manos de los hombres" El fue "entregado en manos de pecadores" (Lucas 24:7), y por "manos de inicuos" (Hechos 2:23) le crucificaron. Pero Jesús sabía que nunca estuvo fuera de las manos amorosas del Padre. No era extraño el deseo de Jesús de estar "en las manos del Padre". porque en sus manos había estado siempre. A. W. Pínk dijo: "El Salvador sometió su espíritu en las manos de su Padre en la muerte, porque durante toda su vida siempre había estado en sus manos."

Necesitamos aprender del ejemplo de Jesús que las crisis de la vida se pueden enfrentar con fe, si nuestra vida diaria está "en las manos del Padre". Es fácil para nosotros olvidar nuestra comunión diaria con el Señor, cuando todas las cosas nos están saliendo bien. Pero cuando nos viene una prueba acudimos inmediatamente a Dios buscando ayuda. Posiblemente necesitemos diariamente hacer nuestra la oración final de Jesús.

Las palabras: "En tus manos encomiendo mi espíritu", fueron tomadas por Jesús del Salmo 31:5. Este verso, era la primera oración que cada madre judía enseñaba a su hijo a la hora de acostarse. Deberíamos poner nuestras cabezas en las almohadas durante la "noche con la seguridad de que ponemos nuestras vidas "en las manos del Padre". Deberíamos despertar cada mañana sabiendo que estamos seguros por el cuidado meticuloso de Dios.

Nuestro mundo está lleno de dificultades. Con frecuencia no sabemos cómo cuidar nuestras propias vidas, y menos cuando enfrentamos algo trágico como es la muerte. Las pruebas, tentaciones y problemas van a la par en el curso de la vida. Las actitudes del mundo, los deseos de la carne y las trampas de Satanás están combinadas contra nosotros; son demasiado pesadas para poder vencerlas con nuestras propias fuerzas. Pero hay un refugio, aun en medio de la tormenta, en donde se puede encontrar la paz y es "en las.manos del Padre". Esté seguro que si usted vive su vida "en las manos de El". ninguna cosa tocará su vida que no toque primero el corazón de Dios. Solamente cuando usted esté "en sus manos" Dios puede darle una experiencia de resurrección.

Si está luchando con una prueba, por qué no orar la oración que le dio a Jesús la fortaleza para sobrellevar la cruz, y usted encontrará paz "en sus manos": "En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi castillo; por tu nombre me guiarás y me encaminarás. Sácame de la red que han escondido para mí, pues tú eres mi refugio. En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad" (Salmo 31:1-5).

El Rvdo. Charles Fishor es director de la juventud y educación cristiana en el estado de Washington,. E.U.A.

 

 

LA RESURRECCION

Aquellas personas que tienen el privilegio de vivir en tierras al norte de los trópicos, saben la diferencia marcada en las estaciones del año. Cuando uno observa el otoño, y ve deshojarse los árboles, uno está frente a una imagen de la muerte. El frondoso y fuerte roble va perdiendo su verde ropaje. Las hojas se tiñen de un rojo vivo que da paso a un pálido amarillo, que a su vez procede un cardenal obscuro para morir en un café negruzco: entonces las hojas, desprovistas de la savia que las alimenta, se desprenden para ser llevadas por el viento.

Un soplo gélido las arrebata y las lanza al viento en vórtices de luz. Las ramas se sacuden como queriendo desprenderse de las hojas ya secas. El paisaje habla de quebranto y desolación. Secas también las ramas. crujen y se quiebran ante el peso de la nieve. Sólo sobreviven las más fuertes. Por varios meses no se ven señales de vida. No hay pájaros en las copas de los árboles, ni se oyen trinos ni se ven nidos. Pero todo es un espejismo; porque adentro de los troncos gravita la vida. El invierno es como un descanso que precede al revivir de la primavera.

De pronto cesan las nieves y los vientos helados. La tierra cruje bajo las primeras lluvias de abril, las hojas muertas y secas se convierten en saludable estiércol que nutre la tierra en un reflujo de encuentro vital. El observador cuidadoso notará los botones pugnando por romper la Inercia de la superficie seca. La vida está por reventar. Una mañana, al despertarnos, vemos que los botones se han convertido en millares de nuevas hojas. El roble es tal vez el más simbólico de los árboles. En éste, las hojas nuevas empujan a las viejas. como diciéndoles: "He aquí todas las cosas son nuevas; ¡Échense a un lado que aquí viene la vida nueva y abundante! Un día, revientan en flor los árboles frutales, para dar paso a millares de Insectos buscando el polen. Es la naturaleza misma cumpliendo su misión de crear y multiplicarse. El botón se convierte en flor, la flor en fruto, el fruto contiene en sí mismo la semilla para multiplicarse. Es el gran milagro de la perpetuación de la especie, de la preservación del orden creado. Es la demostración de Dios, enseñándonos que no todo termina con la muerte.

Vayamos ahora a la tumba de Jesús. . . penetremos el sagrado y silencioso recinto. ¿Qué vemos? Un cuerpo yace inmóvil, envuelto en un sudario. Hay olor a especies y a ungüento aromático. Un silencio sepulcral nos envuelve en lo que nos acostumbramos a la obscuridad. Están por cumplirse los tres días que El había puesto por límite, y nada sucede. La muerte reina absoluta y brutal. El telón ha caído para siempre y los espectadores se han vuelto a sus hogares con un tremendo peso en sus corazones.

Aquél que sanaba a los enfermos y que multiplicaba el pan, está muerto. Aquél que calmó la tempestad e increpó a los vientos, yace exánime, vulnerable y yerto. Aquél que trajo la esperanza se ha secado él mismo, dando paso al desencanto y a la aparente derrota. Todo --según algunos-- termina en la tumba o a lo más en el flujo y reflujo de orden natural de las esferas. No existe el orden espiritual; la vida es simplemente transmutación, círculo y materia en un eterno devenir; o por lo menos así nos parece. Es el Invierno de la fe.

Pero. El había dicho: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Juan. 2:19) El había prometido: "Como estuvo Jonás tres días en el vientre de la ballena, así el Hijo del Hombre" (Mateo. 12:40). Había afirmado "Nadie me quita mi vida, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y para volverla a tomar" (Juan. 10:18). El había Insinuado que, en la casa de su Padre había muchas moradas, y había anticipado su retorno. Así que, aunque estamos frente a un Cristo muerto y aunque la tumba está obscura y el ambiente es patético. todavía nos atrevemos a creer y a esperar.

Es entonces, que se opera ¡El milagro trascendente de la resurrección! A la hora designada, ni un momento antes ni después; a la hora prescrita por el Padre, el Espíritu de vida entra en el cuerpo de Jesús, éste se estremece. Sangre nueva fluye por las venas; sangre eterna. Un fulgor extraño aparece en la tumba. En el claroscuro del sepulcro, vemos ángeles ministrándole. ¡Jesús abre los ojos: se Incorpora! Mira a su alrededor y se sienta en completo control. ¡La gloria del Señor llena e ilumina el sepulcro! Se escuchan millares de voces alabándole: ..¡Digno es el cordero que fue inmolado!" La antífona sube de tono. Si en la sala del concierto del Edén la orquesta se desafinó, cuando los protagonistas trataron de cantar a capella; aquí se restablece la armonía, cada nota suena a su tiempo melodioso y sublime.

Jesús se levanta, toma tiempo para doblar cuidadosamente el sudario. Como ha dicho Urcola: "Sin prisa y sin pausa." Es su cuerpo; pero a la vez es diferente. Tiene carne y hueso, pero es un cuerpo glorificado. Supera las leyes del tiempo y del espacio. No está sujeto a las fragilidades ni a los imperativos humanos. Puede atravesar una pared y puede comer. ¡Maravilla de maravillas! Estamos frente al misterio de la glorificación. La piedra, la enorme piedra, sellada por Roma, guardada por esbirros del ejército, se abre como empujada desde adentro. El poder de la resurrección de Cristo penetra la tierra y sacude las tumbas adyacentes. Algunos muertos se sacuden y se sacuden en un anticipo de gloria.

Afuera hay una brisa matutina fresca y deliciosa. Los soldados están como muertos. Un ángel se sienta en la piedra, como afirmando la soberanía de Dios. Jesús sale afuera y respira de nuevo: su salida afirma el comienzo de una nueva aurora para el género humano. En el cielo se dibuja una mañana de mil colores. Las primeras palabras de Jesús son de consuelo para las confundidas mujeres: "No lloren" seguidas por un anuncio de victoria "Díganle a mis hermanos que yo vivo Los ángeles responden como en un eco "No esta aquí, ¡Ha resucitado!. El telón se abre nuevamente; la obra inconclusa sigue en la intervención de Dios en la historia . ¡Hay vida! ¡Hay gracia! ¡Gloria a Dios! ¡El vive! Y porque El vive nosotros también viviremos.. Por el Hno. Stellio